Qué quieren conseguir Trump y Putin con su cumbre en Alaska
Ambos líderes tienen objetivos distintos de cara a la cita de este viernes para hablar sobre la guerra en Ucrania.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, llegarán a la cumbre del viernes en Alaska con prioridades opuestas, mientras se preparan para sostener conversaciones acerca del fin de la guerra rusa en Ucrania.
Putin ha sido consistente en su deseo de querer ganar territorio ucraniano, mientras que Trump no ha ocultado su deseo de actuar como pacificador global.
Pero ambos hombres también podrían percibir otras oportunidades, como la rehabilitación diplomática de Putin en el escenario mundial.
A continuación, un análisis más detallado de lo que ambos líderes podrían esperar de la reunión.
Putin aspira al reconocimiento internacional... y más

Lo primero que Putin desea de esta cumbre es algo que ya le ha sido concedido.
Y eso es reconocimiento.
El reconocimiento por parte del país más poderoso del mundo, Estados Unidos, de que los esfuerzos occidentales por aislar al líder del Kremlin han fracasado.
El hecho de que esta reunión de alto nivel se esté celebrando es prueba de ello, al igual que la conferencia de prensa conjunta anunciada por el Kremlin.
El gobierno de Moscú puede argumentar que Rusia ha vuelto a la cima de la política mundial.
"¡Adiós al aislamiento!", cantó el tabloide Moskovsky Komsomolets a principios de esta semana.
Putin no solo ha conseguido una cumbre entre Estados Unidos y Rusia, sino también una ubicación privilegiada para ella. Alaska tiene mucho que ofrecer al Kremlin.
En primer lugar, la seguridad. En su punto más cercano, Alaska continental está a solo 90 km de Chukotka, Rusia. Vladimir Putin puede llegar allí sin sobrevolar naciones "hostiles".
En segundo lugar, está muy lejos, muy lejos, de Ucrania y Europa. Esto encaja con la determinación del Kremlin de marginar a los líderes de Kyiv y la UE, y negociar directamente con Estados Unidos.
También hay un simbolismo histórico. El hecho de que la Rusia zarista vendiera Alaska a Estados Unidos en el siglo XIX está siendo utilizado por Moscú para justificar su intento de cambiar las fronteras por la fuerza en el siglo XXI.

"Alaska es un claro ejemplo de que las fronteras estatales pueden cambiar y que grandes territorios pueden cambiar de propietario", escribió el diario Moskovsky Komsomolets.
Pero Putin quiere algo más que reconocimiento internacional y símbolos.
Quiere la victoria. Ha insistido en que Rusia conserve todo el territorio que ha confiscado y ocupado en cuatro regiones ucranianas (Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón) y que Kyiv se retire de las partes de esas regiones que aún están bajo control ucraniano.
Para Ucrania, esto es inaceptable. "Los ucranianos no cederán sus tierras al ocupante", afirmó el presidente del país, Volodymyr Zelensky.
El Kremlin lo sabe. Pero si consigue el apoyo de Trump a sus demandas territoriales, se calcula que el rechazo de Ucrania podría resultar en que Trump retire todo el apoyo a Kyiv. Mientras tanto, Rusia y Estados Unidos seguirían impulsando sus relaciones y desarrollando la cooperación económica.
Pero existe otro escenario.
La economía rusa está bajo presión. El déficit presupuestario aumenta y los ingresos por exportaciones de petróleo y gas disminuyen.
Si los problemas económicos están presionando a Putin para que ponga fin a la guerra, el Kremlin podría ceder.
Por ahora, no hay indicios de ello, ya que las autoridades rusas siguen insistiendo en que Rusia tiene la iniciativa en el campo de batalla.
Trump busca la oportunidad de reivindicar avances hacia la paz

Trump prometió durante su campaña presidencial de 2024 que poner fin a la guerra en Ucrania sería fácil y que podría hacerlo en cuestión de días.
Esta promesa ha lastrado los esfuerzos del presidente estadounidense para resolver el conflicto, ya que ha alternado su frustración con los ucranianos y los rusos desde su regreso a la Casa Blanca en enero.
En febrero, criticó duramente a Zelensky en una dramática reunión en la Casa Blanca y posteriormente suspendió temporalmente la ayuda militar y el intercambio de inteligencia con la nación devastada por la guerra.
En los últimos meses, ha sido más crítico con la intransigencia de Putin y su disposición a atacar objetivos civiles, estableciendo una serie de plazos para nuevas sanciones contra los rusos y otras naciones que comercian con ellos.
El viernes pasado fue el plazo más reciente, y como en todos los anteriores, Trump terminó dando marcha atrás.
Ahora recibe al presidente ruso en suelo estadounidense y habla de "intercambio de tierras", algo que Ucrania teme pueda consistir en concesiones de territorio a cambio de la paz.
Así, cualquier discusión sobre lo que Trump quiere durante sus conversaciones del viernes con Putin se ve empañada por las declaraciones y acciones vacilantes del presidente.

Esta semana, Trump ha hecho un esfuerzo concertado para bajar las expectativas de esta reunión, quizás un reconocimiento tácito de las posibilidades limitadas que hay realmente de un avance sin tener la presencia de una de las dos partes en la guerra.
El lunes, dijo que la cumbre sería una reunión de tanteo. Sugirió que sabría si podía llegar a un acuerdo con el líder ruso "probablemente en los primeros dos minutos".
"Quizás me marche y le desee buena suerte, y ahí terminará", añadió. "Quizás diga que esto no se va a resolver".
El martes, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, reforzó este mensaje, calificando la cumbre como una "sesión de escucha".
Con Trump, a menudo es mejor esperar lo inesperado. Zelensky y los líderes europeos hablaron con él el miércoles para asegurarse de que no llegara a un acuerdo con Putin que Ucrania no aceptará, o no pueda aceptar.
Sin embargo, una cosa ha estado clara prácticamente todo el año: Trump acogería con agrado la oportunidad de ser él quien ponga fin a la guerra.
En su discurso inaugural, afirmó que quería que su legado más importante fuera el de ser un "pacificador". No es ningún secreto que anhela el reconocimiento internacional de un Premio Nobel de la Paz.
Trump no es de los que se empantana en detalles. Pero si se le presenta la oportunidad de decir que ha avanzado hacia la paz durante las conversaciones en Anchorage, la va aprovechar.
Putin, siempre un hábil negociador, podría buscar la manera de que Trump haga precisamente eso, bajo las condiciones de Rusia, por supuesto.


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