El Caribe y Centroamérica: De una proximidad pasiva a una relación activa y estratégica
Una relación más fuerte entre el Caribe y Centroamérica es fundamental para el desarrollo y la estabilidad de ambas regiones.
Dr. Alexander López / Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica.
El 31 de agosto en Costa Rica es dedicado a la Persona Negra y de la Cultura Afrodescendiente, fecha que conmemora la Primera Convención Internacional de los Pueblos Negros y la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Negros del Mundo. En ese sentido, es innegable que nuestra relación como país y como región (Centroamérica) con la población afrodescendiente está vinculada al pasado y al presente del gran Caribe, siendo esas relaciones en lo esencial, desarrolladas a partir del siglo XIX, en el caso de Costa Rica el punto de inflexión lo fue la construcción del ferrocarril al Caribe, impulsado a finales del siglo XIX por el entonces presidente Tomás Guardia.
Tradicionalmente, cuando se habla de la región Caribe, se suele pensar en aquella vasta extensión de aguas turquesas cuyas islas la convierten en un paraíso tropical. Sin embargo, su definición va más allá de una simple apuesta turística; es una de las regiones más dinámicas, pero a su vez complejas del planeta; donde su recorrido histórico cultural y su identidad se han fraguado a partir de la encrucijada de imperios, la esclavitud, la resistencia, y la diversidad cultural típica de esta región.
Geográficamente, la región Caribe “se extiende tripartita en el mar y alberga el grupo de archipiélagos desde la Península de Florida (Estados Unidos), el este de la Península de Yucatán (México), hasta la costa oriental de Venezuela en Sudamérica”, González, 2022. Su territorio abarca una superficie total de 299.000 km², sus islas reciben el nombre de Antillas Mayores, Antillas Menores, Las Bahamas e Islas Costaneras de Venezuela (ibid.).
¿Cuáles son los principales desafíos que explican la fragmentación de las relaciones entre el gran Caribe y la región Centroamericana?
En primer lugar, ambas regiones se caracterizan por tener procesos de colonización y estructuras históricas muy distintas. Ambas regiones fueron colonizadas por potencias europeas, principalmente España. Sin embargo, el Caribe se convirtió en un campo de batalla para múltiples imperios, entre ellos España, Francia, Inglaterra, Holanda. Mientras que Centroamérica estuvo principalmente bajo el dominio español como parte de la Capitanía General de Guatemala y el Virreinato de Nueva España.
En segundo lugar, en cuanto a sus estructuras históricas, mientras que las islas del Caribe forjaron sus identidades a partir de la plantación colonial y la creolización, entendiéndose esta como “el motor de la identidad caribeña, un proceso de interacción y mutua transformación de elementos culturales que produce algo nuevo y único”, Glissant, 1990. Las naciones centroamericanas desarrollaron sus estructuras políticas y sociales de cara al Pacífico, ignorando la inmensa riqueza histórica y cultural de la costa atlántica.
En consecuencia, la conexión histórica entre el Caribe y Centroamérica no fue una casualidad, sino una consecuencia de la expansión de las potencias imperiales y el modelo de economía de plantación. La influencia de la cultura afrocaribeña en las costas centroamericanas es innegable. La música, la gastronomía -como el rice and beans y el patacón-, y el idioma inglés criollo, son parte del patrimonio cultural de estas regiones, testimoniando un legado que persiste hasta el día de hoy. El mayor ejemplo de esto es el atlántico costarricense. La provincia de Limón es un espejo de la historia caribeña: una historia de migración, explotación, resistencia y la creación de una identidad única, forjada en la intersección de intereses imperiales y la lucha por la dignidad.
En tercer lugar, otro argumento que explica la fragmentación radica en la gran brecha de etnias e identidades entre la región caribeña y la centroamericana. La construcción del Ferrocarril Interoceánico de Panamá y la expansión del modelo de plantación de banano en la costa caribeña de Centroamérica impulsaron una ola de migración sin precedentes, sembrando las semillas de las comunidades afrocaribeñas en países como Panamá, Costa Rica, Honduras y Nicaragua. “La migración masiva de trabajadores de las Indias Occidentales británicas a la zona del Canal de Panamá, no solo transformó la demografía del istmo, sino que también creó un nuevo circuito de intercambio cultural, lingüístico y económico entre las islas y el continente”, Greene, 2009.
En cuarto lugar, otro elemento que no ha permitido fortalecer las relaciones entre Centroamérica y el Caribe es que, aunque ambas regiones geográficamente están muy cercanas, no hay una conectividad fuerte en términos de transporte aéreo y marítimo, muchos de los vuelos comerciales para visitar las islas del Caribe pasan por Estados Unidos, lo cual, sin duda, aumenta la dificultad para una relación más dinámica.
Finalmente, políticamente, muchos países del Caribe han estado más relacionados y alineados con la Commowealth británica, y menos con alianzas de integración como por ejemplo SICA-CARICOM, este esquema de alianzas regionales también, en algunos casos, dificulta la coordinación política y diplomática.
¿Qué se puede hacer para fortalecer las relaciones entre ambas regiones?
Existe un reconocimiento creciente de que una relación más fuerte entre el Caribe y Centroamérica es fundamental para el desarrollo y la estabilidad de ambas regiones. Fortalecer este vínculo no solo es un imperativo económico, sino también un acto de justicia histórica y cultural.
La clave está en pasar de una relación de proximidad pasiva a una de colaboración activa, que implique entre otras cosas, una mejora del comercio interregional, un aumento de la conectividad aérea y marítima, una cooperación en campos como la resiliencia climática y la gobernanza de los océanos, y un aumento de la integración diplomática.
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