31 de marzo de 2025, 18:08 PM

Dr. Alexander López / Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica.​

Es común escuchar la frase “el sistema multilateral está en crisis” lo cual hace referencia básicamente al declive de la cooperación internacional y a la fragmentación del orden internacional, siendo este el resultado de una serie de factores, como las tensiones geopolíticas, los cambios de poder económico y el auge del nacionalismo. 

Sin embargo, vale la pena plantearnos si más que una lenta agonía del multilateralismo, lo que estamos observando es una transición hacia un nuevo tipo de multilateralismo, paso a explicar lo anterior.

Los próximos 25 años del sistema internacional que nos llevarán al 2050 estarán marcados por profundos cambios en las relaciones de poder, desde los que ya son evidentes, en los que importan­tes actores quieren reafirmar un nacionalismo estrecho junto al proteccionismo y limitar la institucionalidad internacional cuando más se la necesita. Es fundamental apren­der de las lecciones del pasado. El nacionalismo produjo la fractura y la desaparición de la Sociedad de las Naciones.

La reacción postcolonial contra el predominio de Occidente y la creciente ola de populismo han erosionado profundamente los valores liberales que sustentan el sistema multilateral. Mientras que antes, las grandes potencias defendían la agenda multilateral, algunos líderes, como el presidente estadounidense Donald Trump, reniegan abiertamente de ella o la cuestionan.

Así, por ejemplo, siguiendo una agresiva política de "Estados Unidos primero", la administración Trump ha renunciado al papel tradicional de la nación del norte como líder del orden liberal internacional y se ha retirado del Acuerdo de París sobre el clima, del Plan de Acción Integral Conjunto sobre el programa nuclear de IránEl Tratado de Asociación Transpacífico. 

Por otro lado, China, con el objetivo de inclinar el sistema multilateral a su favor, está creando estructuras de gobernanza paralelas como la Organización de Cooperación de Shanghái o el Banco de Desarrollo de China. La UE, tradicional paladín del multilateralismo, está dividida internamente y pierde influencia en la escena internacional.

Claramente hay un problema de representatividad y eficacia de las organizaciones multilaterales. La preocupación por la falta de representatividad y eficacia de las organizaciones multilaterales también ha alimentado la desconfianza. 

Por ejemplo, la Ronda de Doha de negociaciones comerciales prácticamente se ha abandonado, mientras que la ampliación de los puestos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU parece inalcanzable.

La consecuencia es una importante crisis de los sistemas multilaterales. En la pugna por las nuevas relaciones de poder, efectuar cambios orgánicos en las insti­tuciones internacionales es prácticamente imposible. La institucionalidad general de Naciones Unidas ha cambiado poco. Desde el fin de la Guerra Fría, no han avanzado las reformas propuestas para adecuar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ni las formas de dirección y la representación en otras organizaciones internacionales.

Sin embargo, podríamos estar justo en el momento germinal de una transición hacia un nuevo tipo de multilateralismo, es decir en presencia de una historia diferente, más optimista que el sombrío panorama del multilateralismo en crisis.

Se podría argumentar, que lejos de estar al borde del colapso, el sistema multilateral simplemente estaba experimentando una profunda mutación, que incluso podría acabar haciéndolo más eficaz y mejor adaptado a las realidades del siglo XXI. 

Esta nueva forma de multilateralismo se podría caracterizar por su capilaridad y geometría variable, un alto grado de informalidad y una mayor participación e inclusividad. Este enfoque pragmático de la gobernanza mundial se refleja en una especie de mercado de normas y estándares en el que se privilegian las declaraciones de intenciones, las soluciones ad hoc y la participación voluntaria frente a los acuerdos vinculantes formales.

En este nuevo contexto es interesante ver la aparición de nuevos minilaterales regionales en respuesta a nuevos retos, como la amenaza de pandemias y el cambio climático. De hecho, los minilaterales se consideran una solución para hacer frente a las ineficiencias del multilateralismo y ofrecer una alternativa viable para la cooperación y la gobernanza mundial. Permiten a un grupo de países con intereses y valores compartidos eludir marcos aparentemente moribundos y resolver cuestiones de interés común. 

Estos acuerdos son ad hoc, flexibles y voluntarios, y siguen un enfoque ascendente en lugar de descendente. Con un número menor de miembros, pueden agilizar la toma de decisiones y facilitar la coordinación de políticas en importantes áreas de interés.

En conclusión, puede que estemos asistiendo no tanto a la desaparición de la gobernanza mundial en sí, sino más bien al declive de un tipo concreto de multilateralismo, personificado por la hegemonía liberal occidental y los acuerdos e instituciones intergubernamentales concomitantes creados tras la Segunda Guerra Mundial.

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