Por Deutsche Welle 27 de octubre de 2025, 4:55 AM

Fue la mayor fuerza invasora que se había visto en Europa. Medio millón de soldados marchando bajo las órdenes de Napoleón Bonaparte rumbo a Rusia. Pero la famosa "Grande Armée" no murió solamente por las balas o el frío. Murió también de fiebre. Y ahora sabemos mejor por qué.

Un equipo científico francés identificó dos bacterias adicionales que habrían contribuido al colapso del ejército napoleónico durante la campaña rusa de 1812. El hallazgo, liderado por investigadores del Instituto Pasteur de París, suma nuevas piezas a una vieja historia: la derrota más devastadora de Napoleón.

Durante años se señaló al tifus y a la llamada "fiebre de las trincheras" como las principales enfermedades que arrasaron el campamento francés durante la retirada. Pero el nuevo análisis reveló otros patógenos que causaban males distintos, con síntomas casi idénticos: fiebre alta, dolor muscular, agotamiento extremo.

"Distinguir entre unas y otras infecciones sería casi imposible incluso hoy", explicó a DW Nicolas Rascovan, especialista en paleogenómica del Instituto Pasteur y autor principal del estudio.

El principio del fin

En 1812, Napoleón invadió el este europeo para obligar al zar Alejandro I a cumplir con su embargo comercial contra Gran Bretaña. Cruzó Polonia, Lituania y Bielorrusia con el mayor ejército que Europa había visto hasta entonces y consiguió ocupar Moscú en verano. Parecía otra victoria de manual.

Pero el zar se negó a negociar. Cargando botín y con Napoleón ya de regreso hacia París, el grueso del ejército retrasó la retirada hasta el 17 de octubre.

Desde ese momento, el enemigo principal ya no fue el ejército ruso. Fueron el hambre, el frío y las enfermedades. El resultado fue brutal: de los aproximadamente 500.000 hombres que iniciaron la campaña, solo unos 30.000 -alrededor del 6%- lograron volver.

Durante mucho tiempo se creyó que la mayor parte de esas muertes se debía al tifus, una infección muy común en los campamentos militares de la época. Pero un nuevo estudio, basado en técnicas modernas de análisis de ADN antiguo en 13 de esos cuerpos, reveló algo más.

Los otros asesinos invisibles

El equipo esperaba volver a encontrar rastros de tifus. En cambio, identificó dos bacterias diferentes: Salmonella enterica enterica, asociada a la fiebre paratifoidea, y Borrelia recurrentis, que causa la llamada fiebre recurrente.

Según Rascovan, puede que todavía haya más patógenos por identificar en esos restos. "La paleogenómica avanzó muchísimo desde 2006. Hoy podemos estudiar ADN de hace 200 años y detectar prácticamente todos los agentes infecciosos que estaban presentes", dijo.

Un matrimonio histórico

La paleogenómica consiste en leer material genético conservado en restos antiguos. Ese tipo de análisis está cambiando la manera en que se cuentan ciertos episodios históricos.

El propio equipo de Rascovan ya había demostrado este año que una forma de lepra circulaba en el continente americano antes de la llegada de los europeos en 1492.

En otros trabajos, estas técnicas también sirvieron para rastrear cómo la peste bubónica salió de Asia Central durante la Edad del Bronce, para seguir los desplazamientos de distintas poblaciones humanas y hasta para esclarecer qué enfermedades padeció el compositor alemán Ludwig van Beethoven.

Para historiadores y especialistas en historia militar, esto es oro puro. "Estos estudios no solo afinan lo que sabemos; también revelan cómo vivía y moría la gente común", explicó Erica Charters, historiadora de guerra y enfermedad en la Universidad de Oxford, que no participó en el estudio.

Charters subraya que en 1812 el imperio napoleónico ya estaba tan extendido que las enfermedades viajaban con facilidad a través de fronteras políticas y líneas de batalla.

Una de las bacterias identificadas incluso tiene origen inglés. Que un patógeno con huella británica estuviera presente en esos restos franceses - a pesar de que Gran Bretaña era el gran enemigo de Napoleón y estaba separada por el mar- muestra hasta qué punto las infecciones se movían rápido en plena guerra.

"La retirada de Rusia fue catastrófica", dijo Charters a DW. "El ejército francés perdió el 95% de sus hombres y casi no hubo grandes batallas directas".

Cifras como estas llaman la atención, pero el vínculo entre guerra y enfermedad no sorprende a los historiadores. Cuando hay guerra, se quiebra el suministro de alimentos, colapsa la infraestructura civil y se rompe el acceso al agua potable. Ese es el terreno ideal para los brotes epidémicos.

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