Por Deutsche Welle 1 de noviembre de 2025, 13:55 PM

Corre el año 1838. El joven agente inmobiliario Thomas Hutter recibe el encargo de viajar a la lejana Transilvania para reunirse con el misterioso conde Orlok, con quien debe negociar la compra de una casa. En su camino por los Cárpatos, Hutter recibe varias advertencias sobre él, pero no hace caso. Finalmente llega al castillo, donde el conde lo recibe en persona: pálido, frío e inquietante. Demasiado tarde descubre que allí ocurren cosas extrañas: Orlok es un vampiro.

Así comienza el clásico del cine mudo "Nosferatu: una sinfonía del horror”, de Friedrich Wilhelm Murnau, estrenado en 1922 y considerado hoy una obra maestra del séptimo arte. Murnau creó un lenguaje visual innovador para retratar el miedo y la amenaza, y sentó una de las bases del cine de terror moderno, que hoy tiene millones de seguidores en todo el mundo. También en Halloween, muchas personas buscan esa sensación de escalofrío viendo películas de terror. Pero ¿qué es lo que tanto las atrae?

Películas de terror: ¿entrenamiento para la mente?

Ver cine de terror es, en cierto modo, como subir a una montaña rusa. Muchas personas disfrutan esa mezcla de adrenalina y miedo, sabiendo que, en realidad, están a salvo. El especialista en miedo Borwin Bandelow lo explica así en una entrevista con la emisora Deutschlandfunk Kultur:

"Cuando uno está en una montaña rusa, tiene la sensación de que en la próxima curva va a salir volando. En ese momento, el cuerpo libera una gran cantidad de hormonas del miedo”, señala. "Pero, al mismo tiempo, se generan endorfinas: el cuerpo cree que se va a lastimar y libera sustancias que reducen el dolor y producen euforia.” Aunque sepamos que la atracción es segura, el cerebro reacciona como si fuera real.

Por qué el miedo puede hacernos bien

Las películas de terror funcionan de forma parecida: nos asustamos, pero dentro de un entorno controlado, ya sea en el cine o desde el sofá de casa.

El género, sin embargo, va más allá del entretenimiento. El director estadounidense Wes Craven (1939–2015) consideraba que las películas de terror son un "campo de entrenamiento para la mente”, una forma de procesar los miedos. "En la vida real, las personas están expuestas a peligros reales y a veces terribles, como el tiroteo en Columbine en 1999. Pero las historias de terror encapsulan esos temores en una secuencia comprensible de hechos y nos permiten reflexionar racionalmente sobre ellos”, explicó Craven.

La ciencia del "miedo recreativo”

Desde 2020, el "Laboratorio del Miedo Recreativo” de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, estudia por qué las personas se exponen voluntariamente a situaciones que provocan miedo y qué efectos tiene eso. Entre sus hallazgos, los investigadores descubrieron que el miedo controlado puede fortalecer la capacidad para manejar el estrés, ayudando a desarrollar "estrategias para enfrentar la ansiedad y las emociones negativas”, explica Mathias Clasen, codirector del laboratorio. "En otras palabras: puede contribuir al crecimiento personal.”

Clasen sostiene que los espectadores de cine de terror no son pasivos, sino que buscan activamente alcanzar el "nivel justo de miedo”: aquel en el que el susto se vuelve disfrutable. Si el miedo es excesivo, el placer desaparece.

Como la intensidad de las emociones varía en cada persona, también lo hace la disposición a ver este tipo de películas. Los fanáticos del género, a diferencia de quienes lo evitan, esperan "sentir placer”, señala Clasen. Disfrutan de "jugar con las emociones negativas”.

El miedo como aprendizaje

El psicólogo estadounidense Coltan Scrivner distingue tres tipos de aficionados al terror: los "adictos a la adrenalina”, que buscan emociones fuertes; los de "puños apretados”, que no gozan tanto como sufren, pero se sienten atraídos por la experiencia límite; y los "que enfrentan la oscuridad”, es decir, quienes usan el terror para procesar sus propios temores existenciales.

Los investigadores del "Laboratorio del Miedo Recreativo” retoman estas categorías, aunque aclaran que se trata de un campo de estudio aún joven, con muchas preguntas abiertas.

Eso sí, hay algo en lo que todos coinciden: el miedo debe estar dosificado para servir como aprendizaje. "Fácilmente, puede volverse demasiado”, advierte Clasen. Por eso, algunos parques de diversiones que ofrecen programas de Halloween instalan zonas sin monstruos, donde los niños más pequeños pueden divertirse sin sobresaltos.

(md/ms)