Por Mariana Valladares |14 de mayo de 2025, 22:00 PM

La noche de este miércoles empezó temprano. Aunque el cielo aún no se decidía entre el día y el atardecer, los fanáticos de Quevedo estaban listos para gritar Buenas Noches, acompañados por su ídolo. A las 4 p. m., las puertas del Parque Viva se abrieron como una promesa, y poco a poco comenzaron a llegar ellos: los que llevaban años esperando esta cita con el reconocido artista español de 23 años. 

Para las 5 p. m., el movimiento era constante. Grupos de amigos, parejas, adolescentes con cartelitos hechos a mano y celulares listos para captar hasta el respiro más breve del canario. Predominaba una estética clara y compartida: ropa negra, camisetas gigantes, pantalones oversize y gorras ladeadas. Era como si todos hubieran salido del mismo videoclip. Como si vestirse así fuera una forma de estar más cerca del artista, más dentro del universo que él canta.

Y a las 8 p. m., como si el escenario también tuviera corazón, se encendió el latido. Quevedo apareció entre sombras y luces, mientras sus fans gritaban y aplaudían. Su voz, densa como la noche que caía, dio la bienvenida a una noche inolvidable.

El show, parte de su gira Buenas Noches LATAM Tour 2025, no fue solo un recital. Fue un acto de comunión. Con más de 16 mil entradas vendidas, el lugar rebosaba de energía. La introducción dio paso a Kasandra, y desde entonces no hubo marcha atrás.

Siguieron Duro, Chapiadora, 14 febreros, y La 125, cada una como una página arrancada del diario íntimo de un artista que canta desde la entraña. Y el público no falló ni una sílaba.

Con Los días contados y Amaneció, el espectáculo alcanzó un tono melancólico y vibrante a la vez. Las luces daban al lugar un aire de videoclip en vivo. Halo y Piel de cordero le bajaron el ritmo al cuerpo pero no al alma. Eran confesiones hechas música.

En cada tema abría una ventana distinta. Pedro Luis Domínguez Quevedo, nombre completo del artista, no tiene miedo de mostrarse en capas: duro y suave, nostálgico y afilado. Y los seguidores, con celulares en alto y gargantas ardientes, lo sabían.

Luego llegaron los hits más esperados: APA (con Mora), Playa del inglés (colaboración con Myke Towers), Vista al mar, Punto G y La flaca. El suelo temblaba. La gente brincaba con una energía que era tanto fiesta como liberación.

Seguido, entonó Pero tú, su colaboración con Karol G. En esas canciones, Quevedo no interpreta: se entrega.

El cierre fue inigualable con el esperado tema con Aitana Gran Vía, Columbia, Buenas noches. Y como regalo final, Quédate, ese himno que nadie, quería que acabara. Esta mussic session (número 52) con Bizzarap fue la canción que le dio la fama mundial al joven español.

El sonido y la noche fresca, pero no demasiado fría permitió que el concierto se desarrollara muy bien. Para algunos fanáticos quedaron pendientes algunas canciones como El tonto y Polaris. 

Finalmente, se apagaron las luces y los miles de siluetas vestidas de negro comenzaron a salir, pero esa energía seguía en el aire. Una primera vez que, curiosamente, se sintió muy familiar. 

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