Día de la Mascarada Costarricense: una herencia viva de color, humor y tradición
Yurgen Solano, mascarero de Sarchí desde hace 16 años, explica cómo se realizan estas obras de arte y la importancia de preservarlas.
Entre risas, música de cimarrona y figuras gigantes que recorren las calles, Costa Rica celebra este 31 de octubre el Día de la Mascarada Tradicional Costarricense, una fecha dedicada a uno de los símbolos más auténticos de la identidad nacional.
Un legado que nace del alma del pueblo
Según el Ministerio de Cultura y Juventud, las máscaras forman parte de las tradiciones costarricenses desde tiempos prehispánicos, cuando los pueblos originarios las elaboraban con barro, piedra, jade o madera para ceremonias religiosas y rituales funerarios. En esas épocas, los chamanes usaban las máscaras para adquirir fuerza espiritual y poder guiar a los difuntos hacia el más allá.
Con la llegada de la colonia, estas expresiones se mezclaron con influencias españolas, dando origen a nuevas formas festivas. Fue en Cartago, durante las celebraciones a la Virgen de los Ángeles en 1824, cuando el artesano Rafael “Lito” Valerín confeccionó la primera “Giganta”, considerada el inicio formal de las mascaradas costarricenses.
Su hijo, Jesús Valerín, continuó la tradición y la llevó a otras comunidades, consolidando la costumbre de ver desfilar por las calles a personajes populares como la Muerte, el Diablo, la Giganta, el Policía o la Vieja del Trapito.
Hoy, cada 31 de octubre, los pueblos de Costa Rica —de Barva, Escazú, Aserrí, Sarchí, Cartago y Desamparados— se llenan de color y alegría para mantener viva esta expresión cultural declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.
Un mascarero detrás de la magia: Yurgen Solano
En Sarchí, cuna del arte y la artesanía nacional, uno de los guardianes de esta tradición es Yurgen Solano Santamaría, mascarero desde hace 16 años, quien ha dedicado su vida a rescatar y transmitir el legado de las mascaradas.
“Siempre he sido un amante de las mascaradas desde niño”, cuenta Solano. “En Sarchí la tradición se vino abajo un tiempo, y con un grupo de amigos decidimos que no podíamos dejarla morir. Formamos la cimarrona y compramos el primer juego de máscaras en Barva. Desde entonces, empecé a aprender por mi cuenta y a crear las mías”, expresó a Teletica.com.
Su taller huele a pintura fresca, fibra de vidrio y barro húmedo. Entre moldes y pinceles, Solano combina su oficio de ebanista con el arte de dar vida a personajes como el diablo, la calavera, la giganta o el payaso. Cada máscara, detalla, puede tardar entre dos y tres semanas en completarse.
“Antes se usaba papel, pero ahora trabajo con fibra de vidrio porque es más duradera. Hago el molde en barro, aplico la fibra, la lijo, la pinto y le doy brillo. Es un proceso largo, pero ver el resultado final vale la pena”, indicó.

“El conocimiento hay que compartirlo, porque uno no va a estar aquí para siempre. Si no enseñamos a los jóvenes, la tradición se pierde. Por eso me llena de orgullo verlos crear y participar en los pasacalles”, afirma.
Entre todas las máscaras que ha hecho, una ocupa un lugar especial: el King Kong que recuerda de su infancia.
“Era mi favorita cuando era niño, y quise recrearla a mi estilo. Es una forma de conectar con esos recuerdos y transmitirlos a las nuevas generaciones”, comenta con una sonrisa.

“Sí, me ha cambiado la vida. Me siento muy agradecido por el apoyo del pueblo y por poder compartir este arte con los niños”, dice.
“He visto a colegas que también están pasando la antorcha a los jóvenes. Es un ambiente muy bonito y alegre. Creo que en 15 o 20 años, las mascaradas seguirán vivas en Costa Rica”.
Para Solano, el apoyo institucional y educativo sería clave para fortalecer el legado.
“Sería muy bueno que en las escuelas se den talleres o charlas sobre mascaradas, especialmente en octubre. Hay que inculcar esta tradición desde la niñez”, propone.
Y en un día como hoy, su mensaje resuena con orgullo nacional:
“Felicito a todos mis colegas mascareros del país. Que no dejemos morir esta linda tradición y que la disfrutemos, porque en realidad es un arte, una pasión y una parte esencial de nuestra cultura”, concluye este artista tico.

