Por María Jesús Prada 4 de noviembre de 2025, 9:12 AM

En Reikiavik, el pasado y el presente se encuentran bajo un mismo cielo. A pocos pasos de distancia, dos monumentos narran la historia de los vikingos que forjaron el espíritu islandés.

Frente a la iglesia Hallgrímskirkja (la más famosa del país) se alza Leifur Eiríksson, el explorador que, según las sagas nórdicas, llegó a América quinientos años antes de Colón. Su mirada apunta al oeste, como si aún buscara nuevas tierras por descubrir.

A su espalda, la iglesia más alta del país se eleva como símbolo de fe y fuerza. Su diseño se inspira en las columnas de lava basáltica que nacen del fuego volcánico, y en su interior resuena el órgano más grande de Islandia, con más de 5.000 tubos.

El camino hacia el mar conduce al Sun Voyager (Viajero del Sol), escultura de acero inoxidable que parece un barco vikingo, pero representa un “barco de sueños”: un tributo a la esperanza, la libertad y el deseo de explorar. Su creador, Jón Gunnar Árnason, la imaginó como un viaje eterno hacia la luz.

A pocos pasos se encuentra la casa Höfði, donde en 1986 Mijaíl Gorbachov y Ronald Reagan firmaron el acuerdo que marcó el fin de la Guerra Fría.

Desde Leifur Eiríksson hasta el Sun Voyager, Reikiavik mantiene viva la herencia vikinga: la valentía de mirar siempre más allá del horizonte.

Este viaje forma parte de una serie especial realizada junto a MD Tours para mostrar los paisajes y experiencias que aguardan en Islandia. Muy pronto, durante el Festival de la Luz, dos personas podrán vivir esta misma aventura: se rifarán dos boletos para descubrir el país del fuego y el hielo.

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