Por María Jesús Prada |9 de junio de 2025, 10:55 AM

El pasado 25 de mayo, Daniel Pérez estuvo al borde de la muerte. Mientras disfrutaba de un día en la playa de Jacó, una corriente lo arrastró mar adentro. Cuando lo sacaron del agua, ya no tenía pulso.

Lo que ocurrió después fue un verdadero milagro.

Marvin Cheng, guardavidas de la Municipalidad de Garabito, fue uno de los primeros en asistirlo. Sin equipo especializado y con el tiempo en contra, Marvin y sus compañeros Delbert y Gamer iniciaron maniobras de reanimación cardiopulmonar. Lo pusieron de lado para que pudiera vomitar, le aplicaron compresiones abdominales, y luego RCP durante al menos 10 minutos.

“Yo iba hacia donde él y le hablaba. Le decía: ‘Regresa, estamos aquí, escúchame’. Y no nos rendimos. Aunque no teníamos desfibrilador, nunca dejamos de luchar”, relató Cheng.

Contra todo pronóstico, Daniel recuperó el pulso en la playa y fue trasladado a una clínica de la zona. Llegó consciente, aunque no recordaba lo sucedido. Solo sabía que estaba vivo.

Su madre, doña Fresia, recibió la llamada mientras estaba en casa. Entre lágrimas recuerda cómo le gritaba a Dios que mandara ángeles a salvar a su hijo.

“Yo me sentía impotente. Le gritaba a Dios que no me lo quitara, que mandara ángeles. Y Dios no se hizo esperar. A las 24 horas, Daniel empezó a respirar por sí solo. Hoy no tiene secuelas”, contó.

El 27 de mayo, apenas dos días después del accidente, Daniel despertó… el mismo día de su cumpleaños. Ese día, su familia no solo celebró un año más de vida, sino una segunda oportunidad.

Durante una emotiva entrevista en Teletica, Daniel se reencontró con Marvin por primera vez. Nunca antes se habían abrazado.

“No soy de expresar mis emociones, pero en ese abrazo iba mi corazón. Gracias a él y a Dios, hoy estoy respirando”, dijo Daniel con la voz quebrada.

Marvin, por su parte, afirmó que algo en su interior le decía que Daniel iba a vivir, que no debía detenerse.

“Normalmente uno ya sabe lo que va a pasar en estos casos. Pero con él fue distinto. Yo sentí que no podía rendirme, y no lo hicimos”, expresó.

Hoy Daniel sigue recuperándose. Su historia no solo evidencia la importancia de contar con personal capacitado en playas como Jacó, sino también la fuerza del espíritu humano cuando se niega a rendirse.

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