Cascarita no deja morir el juego que su papá le enseñó en San José
En medio del caos capitalino, un hombre mantiene viva la cascarita, un deporte casi extinto, con una bolita de tela y décadas de tradición.
En pleno centro de San José, a lo lejos, se ve a un hombre alto, de piernas largas, con bigote y vestido con un uniforme de fútbol. A primera vista parece imitar los movimientos de las series con un balón invisible. Los transeúntes lo saludan, y él, sin dejar de mover los pies con destreza, les responde con una sonrisa.
Pero basta acercarse para notar que no hay tal balón imaginario. Lo que Cascarita —como lo conocen todos— mueve con precisión es una bolita de tela de no más de dos centímetros de diámetro. Sin darnos cuenta, presenciamos un espectáculo de cascarita, un deporte tradicional costarricense casi olvidado.
El protagonista se llama Reyner Brown. Por las tardes recorre el centro josefino con su pequeña bola hecha de tela, haciendo series y acrobacias que despiertan la curiosidad de quienes lo ven. Más allá de entretener, su propósito es claro: mantener viva una tradición que aprendió en casa.
“Este deporte me lo enseñó mi papá desde muy pequeño, él le hacía bastante a la cascarita y es un honor seguir con su legado”, relató Cascarita a las cámaras de Más Que Noticias (MQN).
La cascarita es una especie de fútbol informal en la que el reto consiste en mantener la bola en el aire sin que toque el suelo, usando cualquier parte del cuerpo excepto las manos. No tiene reglas estrictas ni requiere un marcador. Se juega por diversión, como una danza entre el cuerpo, la concentración y la memoria.
Reyner Brown es hoy uno de los pocos que se niegan a dejar caer esta tradición. En cada toque, combina habilidad, identidad y gratitud. Su figura ya es parte del paisaje urbano, y su historia, un recordatorio de que hay juegos que también son patrimonio.
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