Por Juan Carlos Zumbado 16 de octubre de 2025, 17:59 PM

En Concepción Arriba de Alajuelita, las mañanas tienen un aroma dulce y un rostro familiar. Desde las 6:00 a.m. y hasta el mediodía, don Enrique Ureña, de 74 años, acomoda con cuidado mangos frescos y prepara jugos que refrescan a estudiantes, vecinos y transeúntes frente a la Escuela Carmen Lyra, a pocos metros de su puesto.

Hace apenas un año y medio decidió iniciar en la venta de frutas, después de toda una vida dedicada a oficios muy distintos: fue zapatero y también taxista. Hoy, su pequeña mesa en la calle no solo ofrece jugos y fruta, sino que se ha convertido en un punto de encuentro para la comunidad.

Los vecinos lo buscan por el sabor de sus productos, pero también por la conversación amable que siempre regala. Padre de cuatro hijos y orgulloso abuelo de cuatro nietos, asegura que mantenerse activo es su mejor medicina y la clave para seguir adelante con energía.

En este rincón de Alajuelita, la rutina diaria se mezcla con la constancia de un hombre que encontró en los mangos no solo un sustento, sino una forma de convivir con su barrio. Detrás de cada fruta que vende está también una historia de dignidad y esfuerzo que inspira.

Repase el reportaje completo en el video que aparece en la portada de este artículo.

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