Por Rubén McAdam |29 de agosto de 2025, 18:55 PM

El calypso no nació en Costa Rica, pero en Limón encontró un hogar. Llegó con los migrantes afrocaribeños a finales del siglo XIX y con el tiempo se convirtió en voz, identidad y memoria del pueblo limonense.

Originado en Trinidad y Tobago, este género se transformó en el Caribe costarricense en un estilo único, con letras cargadas de humor, crítica social y relatos cotidianos. Exponentes como Walter “Gavitt” Ferguson lo llevaron a todo el país, hasta convertirlo en patrimonio cultural inmaterial y en símbolo de la identidad nacional.

El calypso no es solo música, también es movimiento. Así lo explica Yoxy Stevenson, fundadora del grupo de baile Siquirres Afro Community: “Bailar calypso es rendir homenaje a nuestras raíces. Es alegría, es comunidad, es identidad”

Cada coreografía es una forma de narrar la historia afrocaribeña y mantener viva la herencia de quienes trajeron estos ritmos al país.

En el ámbito musical, nuevas voces como la de Lorinda Mighty Hall, calypsonian y compositora, refuerzan el legado: “Con cada canción seguimos contando quiénes somos, lo que vivimos y lo que soñamos”.

Hoy, tanto músicos como bailarines mantienen vivo un legado que combina tradición y contemporaneidad. En cada acorde y en cada paso de baile, el calypso late con fuerza en Limón y en toda Costa Rica. Un siglo después de su llegada, este ritmo no solo se adaptó, sino que floreció, convirtiéndose en sinónimo de resistencia, alegría y unión.

Encuentre más información en el reportaje disponible en la portada de este artículo.

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