Ella eligió cuidar a su hijo… y cada paso juntos es un milagro de amor
Esta historia nos recuerda, especialmente en el Día Nacional de la Persona con Discapacidad, que el amor también se camina.
Cada mañana, en los parques de nuestras comunidades, cientos de personas cruzan sus pasos. Algunas van apuradas, otras disfrutan el momento… pero entre ellas, hay dos figuras que caminan al ritmo del amor y la perseverancia. Patricia Vega tiene 62 años. Su hijo, Nelson Montero, 42. Desde hace seis meses, comparten una rutina que va mucho más allá del ejercicio: cada paso es un acto de amor, de resistencia y de ternura (ver nota completa en el video adjunto).
“Nelson tiene linfoedema en las piernas, así que empezamos a caminar por recomendación médica. A veces, nos dicen que parecemos abejones de mayo… dando vueltas y vueltas. Pero este parque nos ha enseñado a vivir mejor”, cuenta Patricia, entre risas y convicción.
Nelson fue diagnosticado desde niño con autismo y discapacidad intelectual. Con los años, su salud se ha visto afectada por otras condiciones como Parkinson, presión alta y diabetes. Sin embargo, él no camina solo: camina de la mano de una madre que decidió entregarse por completo a su cuidado.
Patricia dejó su trabajo hace más de 20 años para atenderlo a tiempo completo. “Cuando me dijeron que Nelson estaba desahuciado por Psiquiatría, tomé la decisión. Me encantaba correr, pero dejé de hacerlo. No me frustra, porque entre elegir por mí o por él… siempre lo elijo a él”, relata.
Esta historia nos recuerda, especialmente en el Día Nacional de la Persona con Discapacidad, que el amor también se camina. Que hay rutas que no se marcan con pasos, sino con decisiones valientes y gestos invisibles.
“Hay mucha apatía hacia las personas con discapacidad”, dice Patricia. “Nosotros, los padres, somos su voz. Les digo a otros papás: no se avergüencen. Estos hijos son una bendición. Disfrútenlos. Ellos nos enseñan un mundo hermoso”, añade.
Y así, como abejones de mayo, Patricia y Nelson seguirán caminando… porque mientras sus pasos suenen en el parque, seguirá resonando el eco más puro que existe: el amor de una madre.