Por Diana Vásquez |16 de junio de 2025, 18:55 PM

Cada mañana, Mariana Mata se levanta antes de que el sol asome por el horizonte. Mientras la mayoría de su barrio aún duerme, ella ya está en camino para cumplir un anhelo que durante años pareció lejano: ser educadora. Su día transcurre entre aulas, planificación, aprendizaje constante y vocación. Pero cuando regresa a casa, cansada, pero satisfecha, la espera su mayor apoyo: su compañero de vida, quien nunca le ha soltado la mano en este camino desafiante (ver nota completa en el video adjunto).

La historia de Mariana no comienza en un aula universitaria a los 18 años, sino mucho más tarde, cuando ya era esposa y madre de dos hijas. A los 42 años, decidió inscribirse en la universidad, impulsada por un deseo profundo de superación personal. Su decisión no fue fácil. Escuchó frases desmotivadoras, juicios apresurados y muchas dudas ajenas: que su momento ya había pasado, que sería muy difícil, que no lo lograría.

Sin embargo, lejos de rendirse, Mariana convirtió cada crítica en un paso hacia adelante. Hoy, con el respaldo de su familia y la fuerza que le da la convicción, demuestra que los sueños no tienen fecha de caducidad.

Después de largas jornadas de estudio y trabajo, Mariana no descansa por completo. En casa, continúa preparando materiales, repasando contenidos y organizando todo lo que necesita para el día siguiente. En su rutina no hay quejas, solo determinación. Para ella, los límites no están en el tiempo ni en las circunstancias, sino en la mente.

Su historia es un testimonio vivo de que nunca es tarde para empezar de nuevo. Mariana no solo se formó como educadora, también se convirtió en ejemplo para sus hijas, para sus estudiantes y para cualquiera que haya creído que los sueños tienen edad. En cada paso, deja una lección: que con amor, esfuerzo y perseverancia, todo es posible.

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