Por Gabriel Pacheco |25 de julio de 2025, 10:40 AM

El maíz nixtamalizado, los frijoles negros, el ayote, el agua "dura" rica en calcio y magnesio, y la comida casera compartida en familia. Durante décadas, esa fue la base de la dieta en la Península de Nicoya, una de las cinco Zonas Azules del mundo, donde viven algunas de las personas más longevas del planeta. Pero hoy, ese patrón alimenticio está en riesgo.

El V Informe sobre las Zonas Azules, elaborado por el Centro de Investigaciones Observatorio del Desarrollo (CIOdD) y en el marco de la Cátedra de Envejecimiento y Sociedad de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica (UCR), confirma un cambio significativo en la forma en que las nuevas generaciones se alimentan. Y ese cambio, según advierten los investigadores, podría acortar la esperanza de vida de los guanacastecos.

Durante décadas, las personas mayores de la Península de Nicoya consumieron una dieta basada en ingredientes frescos, locales y mínimamente procesados: legumbres, cereales, frutas tropicales y vegetales como la calabaza o el chayote.

"Las Zonas Azules han revelado patrones dietéticos que favorecen la longevidad. [...] La alimentación se basa en ingredientes naturales y poco procesados, con un fuerte énfasis en carbohidratos complejos, fibra y proteínas vegetales", explica el informe.

Además, la forma de comer era igual de importante que lo que se comía. Según los investigadores, las comidas se compartían en familia o en comunidad, con un almuerzo más abundante y una cena más ligera. 

El agua, por su parte, también jugaba un papel clave: era rica en calcio y magnesio, lo que contribuía a la salud ósea y cardiovascular.

Según el informe, uno de los principales desafíos actuales en Nicoya es la transformación en los hábitos alimenticios de las nuevas generaciones. Hoy, el patrón dietético se aleja de las costumbres de sus antepasados.

"La globalización ha permitido la expansión de supermercados y cadenas de comida rápida en Nicoya, lo que ha desplazado el consumo de alimentos tradicionales como el maíz, los frijoles y las frutas tropicales", señala el documento.

También ha cambiado el estilo de vida, lo que ha provocado una reducción del tiempo para preparar comidas caseras, y una mayor dependencia de productos procesados.

"Los descendientes de las personas centenarias se han alejado de las prácticas tradicionales relacionadas con las labores agrícolas y el trabajo físico", detalla el análisis. 

Además, la investigación explica que la influencia cultural y las percepciones de los más jóvenes juegan un papel clave en los cambios de alimentación. Los resultados de la investigación revelaron que la dieta tradicionalmente asumida por los centenarios es vista por algunas generaciones jóvenes como 'poco moderna', lo cual ha impulsado la adopción de modelos alimenticios más occidentalizados.

Las consecuencias de este cambio ya son visibles. El estudio advierte de un incremento en la prevalencia de obesidad, diabetes tipo 2 e hipertensión en personas menores de 50 años. Enfermedades que eran poco frecuentes entre los centenarios de la zona, ahora afectan cada vez más a sus hijos y nietos.

"Las personas centenarias de la Península de Nicoya presentaron un mejor perfil lipídico y glucémico que su descendencia, [además de] menor peso y una mejor calidad y diversidad de dieta que sus parientes y que las personas adultas del área urbana de Costa Rica", reveló una comparación entre generaciones, realizada por uno de los investigadores. 

Los investigadores hacen un llamado urgente a recuperar y valorar esa herencia alimentaria. Si las nuevas generaciones no retoman al menos algunos de esos principios dietéticos, la Zona Azul podría dejar de serlo.

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